Como buenos prometidos que se precie, esperamos que “nuestro gran día B” sea perfecto. Desde el mismo instante en que formalizamos el compromiso, nuestras neuronas se ponen a trabajar muy duro, incluso haciendo horas extras, para abastecernos de montones de ideas que nos ayudarán a organizar ese gran día. Como premisa inicial, podríamos considerar que todo esto puede incluso hasta sernos útil, pues nos activa y nos pone en marcha. Sin embargo, la otra cara de la moneda resulta bien diferente, y es que nos puede llevar a vivir los momentos de preparación, así como ese
mismo día, con más ansiedad que ilusión, lo cual puede boicotear otro de nuestros deseos “disfrutar cada instante plenamente”. Coincidiremos en que esto es un error, no es algo con lo que alguien sueña. Cuando pensamos en una boda de ensueño, no nos suele venir a la mente momento tras momento de caos y nervios extremos. Todo lo contrario.
Invertimos muchísimo tiempo preparando con esmero cada momento, cuidando y mimando cada detalle, por lo cual es de esperar que creemos unas expectativas altas de cómo acontecerá ese día. Pero debemos ser cautelosos… No debemos pasarnos de nivel exigencia. Poner el listón alto es bueno, ¿por qué no? Pero, llega un momento que nos pasamos de vueltas y es en ese preciso momento cuando pasamos de lo “facilitador” a lo “boicoteador”… ¿Dónde localizar la línea que separa estas dos zonas?
La clave reside en la utilidad que nos concede nuestro estado emocional. Si ese nivel de exigencia me permite establecer metas y objetivos realistas, si me ayuda a planificarme y organizarme con estrategias adecuadas, si me permite realizar una correcta resolución de problemas y tomar buenas decisiones y, lo más importante, mantengo mis emociones, dudas y temores BAJO CONTROL.
Ansiedad como facilitadora Vs Ansiedad como boicoteadora.
Algunas recomendaciones que pueden ayudarte a transformar tu “ansiedad nupcial” en facilitadora:
- No anticipemos problemas. Muchas (e incluso me atrevería a decir que casi todas) de las cosas que tememos los días o meses anteriores a un evento tan significativo, sencillamente luego no ocurren. Pensad que esos temores os sirven para manteneros alerta y para prevenir e incluso resolver de forma temprana algún problema que pueda surgir. Pero, de nuevo, echad el freno, parad y pensad. Conferidles la importancia que realmente tienen ¿estamos hablando de que existe una alta probabilidad de que pase o más bien alguna posibilidad de que ocurra? Si vuestra respuesta se dirige más hacia la segunda opción, francamente no os preocupéis demasiado.
- Asumamos que surgirán imprevistos. Pero tranquilos, éstos se irán resolviendo. Tened en cuenta que tenéis desplegado un amplio ejército de familiares y amigos que se encargarán de todo ello.
Delegad responsabilidades. Es hora de admitir que no podéis (ni debéis) estar pendiente de todo, y más siendo ese día los protagonistas. Seleccionad varias personas de confianza y asignadles tareas y responsabilidades. Les hará formar parte y disfrutar activamente de vuestra boda y vosotros os sentiréis más tranquilos y descongestionados.
- La perfección no existe… es un invento de los exigentes sin remedio. Siempre, podría ser mejor. Tenemos que preguntarnos qué es lo aceptable para nosotros y, a partir de ahí, añadir más o menos, mejorarlo o no. Tener una forma de ver la vida dicotómica y extrema nos va a suponer un obstáculo. Es importante que partáis de que existe una escala gradual, pues las cosas nos pasan de ser perfectas a ser horribles. ¡Ni blanco ni negro! Hay una amplia gama de grises entre medias.
- No esperéis que la totalidad de asistentes al evento queden maravillados, e incluso satisfechos. Debéis pensar (y convenceros) de que cada persona tiene unos gustos y unas preferencias, unas expectativas y experiencias de vida diferentes. Que todo quede encaje en los gustos de cada uno de los asistentes no es difícil, es más bien imposible. Lo más importante es que los verdaderos protagonistas queden satisfechos. Haced lo que vosotros deseáis y dejad de lado las críticas. Este día es vuestro.
- No confundáis deseo con necesidad. Si definimos el concepto de “necesidad”, lo entenderemos como “algo básico o imprescindible para la supervivencia”. Algo básico e imprescindible en nuestra vida, es decir, algo que realmente necesitamos, es disponer de agua potable, de una atmósfera que proteja nuestro planeta… pero no necesitamos que todo salga como habíamos planificado. Reformulemos la oración “me gustaría que esto saliera así, o asá”. “Me gustaría” incluye la connotación de “si esto que me gustaría no ocurre así, puede haber otras alternativas también válidas y aceptables”.
- Hay factores que no controlamos
como por ejemplo el tiempo meteorológico, que la comida esté caliente, que el ceremoniante esté afónico… Que una sola cosa (ni dos, ni tres, ni cuatro…) no salga exactamente cómo habíais imaginado no quiere decir que todo sea un desastre, ¡ni mucho menos! No permitáis que este tipo de cuestiones arruinen vuestro día. Olvidaos de sentiros responsables o culpables de algo que no está en vuestras manos.
- No agobiéis a los demás con vuestras exigencias. Delegar conlleva confiar. Relájate, confía y disfruta.
Recuerda: todo tu trabajo ya está hecho. Ahora les toca a los demás… Déjales trabajar. Tu única responsabilidad para este día es disfrutar.