Novios a la fuga


Es indiscutible el hecho de que el concepto “boda” va acompañado de un sinfín de tópicos: unos más románticos y otros menos. Paralelamente a “la máxima expresión de amor”, la emotividad o la complicidad acompañan, de mano de la otra cara de la moneda, dudas, temores… Y es que hasta que no ponemos fecha de boda no nos planteamos algunas cosas, o al menos no llegamos a hacerlo tan seriamente.

Muchos dicen que casarse es un simple papel y que no va a cambiar en nada sus vidas pero lo cierto es que es un contrato legal de unión entre dos personas.

Es decir, muy probablemente en la práctica (y más si la pareja ya lleva tiempo cohabitando o, incluso, ya tienen hijos en común) el cambio va a ser inapreciable en el día a día, pero no nos engañemos, es una decisión importante en la vida de una persona y, generalmente, cuando se nos avecina un cambio de tal calibre en nuestra vida afloran algunos temores que se transforman en dudas casi existenciales. Por supuesto que esto no les ocurre a todas las personas, pero algunas de las que sí les ocurre viven esas dudas con verdaderamente angustia y temor.runaway_bride_v2

Cuando hablamos de boda nos viene a la mente “peli con final feliz”, pero… ¿a quién no le ha venido a la cabeza en algún momento una novia escapando del altar con su velo al vuelo? Verlo en la peli que protagonizan Julia Roberts y Richard Gere o escucharlo en la voz de Melendi resulta divertido, pero cuando nos imaginamos a nosotros mismos y lo valoramos como una opción va perdiendo la gracia.

Como decíamos anteriormente, cuando las personas nos enfrentamos a decisiones significativas, como es la de casarse, supone un encuentro de emociones muy agradables con dudas y temores, dos caras que forman parte de la misma moneda. Cuando lo vemos en otras personas, de manera ajena, suele parecer idílico pero cuando lo vivimos en primera persona, la cosa cambia, pues como en cualquier decisión, debemos considerar también las consecuencias negativas y los riesgos que podemos correr. Y es, justo aquí, donde surge esta parte no romántica del asunto:

¿Es el hombre/mujer de mi vida? ¿Realmente esto es lo que quiero para el resto de mi vida? ¿Estoy verdaderamente seguro/a de esta decisión? …

A priori, ya podemos decir que la forma en que planteamos estas cuestiones es un tanto errática pues las únicas respuestas posibles son o ¡SÍ! o ¡NO!, y, con ello, no consideramos un montón de alternativas que nos ayudarían a realizar mejor nuestra toma de decisiones. Además, las expresiones Woman holds man wants to escape from marriage“hombre/mujer de mi vida”, “resto de mi vida” “verdaderamente seguro/a” son absolutistas y polarizadas y, la verdad, ni tanto ni tan calvo. Tened en cuenta que todo en la vida tiene la parte positiva y la parte a mejorar, por lo que seamos ya conscientes de que “el príncipe azul” no existe; lo que sí que existe son personas que tienen cualidades que nos gustan y con las que nos veamos reflejados e, incluso, complementados y otras cualidades que no nos gustan.  Si decidimos que el balance es positivo deberemos aceptar a la otra persona tal como es e intentar resolver esas dificultades JUNTOS y debemos ser conscientes de que va a haber momentos buenos, otros muy buenos pero también, otros difíciles, muy difíciles… Así que cuidado con cómo entendemos la expresión “vivieron felices y comieron perdices” porque, aunque en los cuentos de princesas y las pelis románticas resulta muy bonito, no siempre es aplicable a la vida real.

Por otra parte, los meses de antes de la boda son una situación de estrés para los novios que les dispone a tener una sucesión experiencias determinadas que difícilmente haya ocurrido o vaya a ocurrir, encontrándose inmersos en un proceso toma de decisiones casi constante y conjunta. La mayoría de parejas nunca antes habían tomado juntos tantas decisiones en tan poco tiempo. Todo esta mezcla de emociones sumado al alto nivel de exigencia personal y ambiental, mayor cuanto más cerca se encuentra la fecha, facilita que nos encontremos más susceptibles, más sensibles. Por ello, nos encontramos más expuestos a tomar conciencia de los riesgos o de los posibles riesgos que podrían surgir, y uno de ellos es el riesgo de equivocarnos. El miedo a equivocarnos es bueno, siempre en su justa medida, pues nos ayuda a ver “el lado oscuro”. Pero cuidado con ello, si os sentís desbordados/as lo más seguro es que os estéis planteando vuestras dudas en términos absolutistas y polarizados y , muy probablemente, catastrofizando las consecuencias, esto es, imaginando lo peor.

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Así que si os habéis planteado este tipo de cuestiones ¡no os asustéis! El hecho de planteároslo no significa que realmente queráis abandonar, ni mucho menos. Simplemente significa que, estáis tomando una
decisión importante y que estáis valorando las consecuencias positivas y las negativas también. En este sentido, lo estáis haciendo bien. Valorad todo y sacad el balance, es justo en ese punto donde se encuentra la decisión más adecuada para vosotros.